15 CHAOS COMMUNICATION CONGRESS
27-28-29 December 1998
Berlin
 

LA RESISTENCIA SE REUNE EN BERLÍN


Con la policía alemana pisándoles los talones y justo al mismo tiempo que dos "hackers" chinos eran condenados a muerte -por robar una auténtica miseria de un banco-, se celebró en Berlín, los días 27, 28 y 29 de diciembre, el 15o Chaos Communication Congress. Precisamente y entre otros temas, se clamó allí contra la criminalización de una actividad que, diez años antes, era considerada como simpáticamente alternativa, "como ser punk", dijo alguien.

Para ejemplarizar tal situación, generada según la opinión general por la prensa, a la que criticaron duramente, Wau Holland, co-fundador del Chaos Computer Club (CCC), informó a los asistentes del reciente caso Hispahack en España, aunque no necesitaba ir tan lejos: 24 horas después, diez policías irrumpían en el edificio, a la búsqueda de alguien ("Un hacker", dijeron. "Lo somos todos", les respondieron) que había penetrado en una empresa, desde un ordenador conectado a la red que se habilitó para el congreso. Un "sniffer" había grabado su dirección IP. No le pillaron.

Una vez finalizado el congreso, la policía volvió al lugar, esta vez para coger a un especialista cerrajero, que había participado en el concurso de abrir cerraduras (candados, esposas, etc) sin llave. Le habían visto, guardando en el maletero del coche, su instrumental de llaves maestras y fue carne de interrogatorio al momento. Hubo también otros concursos y fiestas, siempre dentro del buen ambiente que imperó en la reunión, a pesar de las irrupciones policiales, como el de construir entrañables robots a partir del material de Lego Mindstorms, una "Linux Install Party" o una "PGP Signing Party".

Entre 1.500 y 2.000 personas llenaron estos tres días el Kölnischen Park, un centro de congresos del Berlín Este, en un simbólico acto de recoger la llama de la última gran revolución del planeta, obviando siempre la política ("Nuestro ‘hacktivismo’ -bonita palabra- es montar año tras año este congreso", según Andy Müller-Maguhn, del CCC), y centrándose sobremanera en la educación, la evangelización "hacker": "Esto es algo así como una "iglesia", porque creemos en la ética, en las normas, en que debemos tener algunas ideas claras, y nosotros somos los sacerdotes", otra vez Andy. Los profetas de una forma de ver el "hacking", sin conservantes ni blancos colorantes, venida directamente de la autenticidad de la edad de oro (el CCC nació en 1981 y algunos de sus fundadores ya "phreakeaban" en los ’60).
Y, realmente, aquello fue una auténtica universidad de invierno del "hack", en la que se mezclaron de forma inteligente la profesionalidad a la que ha llegado el grupo "hacker" más poderoso de Europa, con las eternas ideas de libertad y descentralización, en sesiones que más parecían una lista de correo, donde todos preguntan y participan, que no clases magistrales de los "hackers", profesores de universidad, profesionales de la seguridad, etc. que ofrecían sus conocimientos.

Se habló exhaustivamente de todo lo que puede interesar no sólo a un "hacker" sinó a cualquier ciudadano conscienciado de la red, desde los aspectos más técnicos -Perl, Linux, Dylan, ISDN, tarjetas telefónicas, radios "amateur", ataques a redes y detección de los mismos, GSM, interceptación de vídeo, radio y emanaciones electromagnéticas de ordenadores, MP3, el problema del año 2000, "remailers" anónimos, "exploits"...- hasta temas más ideológicos, como la censura en Internet, el "spam" y la "netiquette", el "copyright" como superstición, alegatos contra Microsoft (¿por qué las escuelas enseñan a sus alumnos con Windows? ¿Por qué no usar Linux, como ya ha hecho alguna escuela mexicana?), la debilidad de la infraestructura mundial de telecomunicaciones (teléfono, satélites e Internet, que suelen caerse no sólo por la acción de los "hackers" sinó sobre todo por renovaciones de programas o demasiado tráfico), el "Open Source", el "software" libre, etc. (en www.ccc.de/congress/fahrplan.html está la lista de todas las conferencias y cursos).

Entre las demostraciones técnicas, despertó gran expectación la demostración de cómo "crackear" una tarjeta de crédito sin conocer su código ni PIN, sólo con ondas electromagnéticas. Otra demostración que despertó mucho interés fue ver cómo se pueden interceptar las emanaciones electromagnéticas de la tarjeta gráfica de un ordenador. No se hicieron públicos, en cambio, otros descubrimientos y discusiones, que tuvieron lugar, en "petit comité", en salas vetadas a las cámaras y la prensa.

Pero, más allá de los jugueteos técnicos, el espíritu de Tron, un joven de 26 años, miembro del CCC y muerto dos meses antes, oficialmente por suicidio, impregnó todo el congreso. Desde el primer día, el grupo -visiblemente conmocionado por una realidad que había roto de golpe la, a veces inconsciente por lo absorbente, virtualidad del mundo del "hacking", en el que crees que puedes jugarte una visita de la policía, pero no la vida-, compartió con los asistentes sus sospechas, la búsqueda de motivos de un posible asesinato y la perplejidad porque, a las pocas horas de su desaparición, la policía ya había requisado todo el material informático de Tron y, por tanto, borrado las pistas para que el CCC pudiese investigar por su cuenta. Tron era experto en "carding" telefónico, ISDN, GSM y televisión digital. Su padre aseguró al público que es posible que no esté muerto. (Hay muy buena información sobre Tron en set.net.eu.org/tron).

Junto a este caso, se rememoraron, por primera vez hablándolo claramente con sus autores y de cara al público, los diez años del primer acontecimiento que llevó al CCC a las portadas de la prensa: la venta de información, robada en ordenadores militares estadounidenses y franceses, por parte de cinco miembros del grupo al KGB, a cambio de dinero y cocaína. Se vieron envueltos también periodistas y los servicios secretos y aún hoy la información sobre el caso es confusa. Ambos acontecimientos fueron una puerta abierta para reflexionar sobre el crimen informático y los peligros que rodean al "hacker", especialmente sobre el papel de los servicios secretos: "Debemos aprender sobre estos hechos, darnos cuenta que los servicios secretos están aquí y tienen gran interés por la tecnología. Nosotros tenemos la posibilidad de usar esta tecnología y no ser usados por ella".

La atmósfera de conscienciación, de saber que esto va en serio, se palpó en la elevada asistencia a los cursos sobre Tempest (un programa que espía las ondas electromagnéticas generadas por la pantalla de un ordenador, experimentado por la National Security Agency ya en 1970), el espionaje económico ("Falta llevar la red a Asia o África y, en cambio, ellos -Microsoft y otros- se dedican a espiarse", denunció alguien) o los métodos de recogida de datos usados por los servicios secretos. Ser paranoicos, saber que el Gran Hermano no es sólo el gobierno sinó también las empresas, recordar que incluso escribir una carta electrónica es peligroso, tener cuidado con quien va a un "chat" preguntando demasiado, no utilizar tarjetas de crédito y recordar que, en diez años, la lucha por la protección de los datos será tan grande como ahora lo es por el medio ambiente, fueron algunas de las advertencias.

Por supuesto, la criptografía estuvo presente, como otra arma de la libertad, junto al conocimiento. Se habló, sobre todo, de los intentos de regulación y del interés norteamericano de implantar un sistema universal de recuperación de claves para uso policial. Esta idea se denostó totalmente y, en cuanto al reciente tratado de Wassenaar, se le quitó importancia ya que "no tendrá efecto en los programas de dominio público y, en privado, cada cual hará lo que le apetezca, como siempre", aseguró uno de los asistentes.

Hubo también tiempo para las risas, como una desternillante discusión sobre sistemas operativos vistos como religiones, que se quedó al final en una lucha entre "linuxeros" y "windowseros", y también una clase de "doctrina" sobre la red como zona libre, en la que se negó la idea americana de convertirla en un planeta independiente para los negocios. Como parodia visual, el orador, Padeluun, esgrimió un muñeco de peluche, un simpático caracol, presentándolo como un profesor del MIT.

Pero no todo fueron risas o lágrimas, se discutió también qué es un "hacker" ("un creativo de la tecnología", fue la respuesta general), qué significa ser un "hacker" (¿es un trabajo? ¿un hobby? ¿una religión? ¿una forma de vida?), de la complejidad que ha cogido el término, desde principios de los 80, en que consistía sólo en acceder a redes, hasta hoy, en que se mezclan privacidad, criptografía, tarjetas, etc; del "hacking" en Asia y muy especialmente de la ética "hacker", a raíz del caso KGB, en que se preguntó a los autores porqué lo hicieron y ellos respondieron que, entonces, todos odiaban a los Estados Unidos y negociar con el KGB era "cool"; mientras sus amigos les defendían, poniendo en tela de juicio la tan cacareada ética "hacker" y asegurando que sólo existe la de cada uno.

Esto no arredró a Andy ni a Wau, en su constante evangelización de la comunidad para que no pierda el norte y conserve una moral y unas creencias. La frase del congreso (que no el lema, que era "All Rights Reversed" - "Todos los derechos invertidos") por excelencia fue: "No ‘hackeéis’ por dinero", junto a las típicas: "La información debe ser libre", "No importa tu raza o tu género, sólo lo que hagas", "No alteres los datos", "No toques datos privados", "No a la autoridad, sí a la descentralización", "Haz públicos los fallos que encuentres", "Cuidado con los .mil", "No rompas nada", "Analiza y afronta las consecuencias de tus actos", "Comparte el arte de los ordenadores y crea belleza", "Se creativo", "El acceso a los ordenadores debe ser universal"... Aunque, en última instancia, siempre deba decidir uno mismo. Por último, se explicó a los asistentes como montar una organización "hacker". Entre otros consejos, mantenerse siempre dentro de la legalidad, invertir en maquinaria y recordar a los miembros que forman parte del grupo y no pueden sacar información de éste por su cuenta.

Aunque, después de tantas deliberaciones y enseñanzas, los geniales y ya viejos lobos de mar del CCC, haciendo honor a su caótico nombre, lo tiraron todo por la borda en sus conclusiones finales, asegurando que lo único cierto es que el "hacking" es un zoo, en el que hay de todo. Les ayudaron los asistentes, felices y prestos al aplauso constante, añadiendo que lo más importante es que funcionen las máquinas.
 
 
 
 
 
 

Ambient

SE AGOTÓ LA COCA-COLA
 

Al segundo día ya no quedaban existencias de Coca-Cola aunque, por suerte, en las máquinas la sustituía un brebaje, doble de cafeina por favor, en latas negras. El mismo color de la puerta ("It’s a stargate", la definió alguien) por la que se entraba al congreso, una estructura semi-circular, de plástico duro, con pantallas y una luz roja, simulando infrarrojos, incrustadas, y desde donde se proyectaban, encima de una pared blanca en el interior, imágenes verdes y rojas de circuitos de chip.

Dentro, muchos alemanes y también gente de los países escandinavos, Austria, Holanda, Dinamarca, Francia -muy activos- e incluso Estados Unidos. Aunque, para descubrir la conexión norteamericana del Chaos Computer Club, sólo hacía falta mirar a uno de sus fundadores, Wau Holland, rechoncho y espesa barba, cual Papá Pitufo de sus irreductibles compatriotas, paseando los tres días con una negra camiseta de Cult of the Dead Cow. O mirar las paredes, con algunos adhesivos del ya archiconocido lema "Free Kevin" (que alguien convirtió, en plan "collage", en "Freak Kev")

Fue realmente un "todo hack", que demostró que esto se lleva en la mente, en un brillo en los ojos, un aire que sale del alma, curtida en mil diálogos y luchas con la máquina, un ansia alternativa en la sangre, pero no en la apariencia física, la edad, la ropa o como guste a la policía clasificar a estos superusuarios de la red. Había technos, punks, mods, grunges, siniestros, aunque la mayoría no estaban alineados con ninguna tribu, desde los 13 a los 60 años, pintas de alumnos aplicados y también de últimos de la clase, en grupos, parejas y solitarios, profesores del MIT y de Cambridge, incluso algún policía, con una tarjeta de color marrón que le identificaba. Los periodistas la llevaban roja (color peligro! Y todo el mundo les rehuía. Nos quedamos sin saber si odiaban más a la pasma o a la prensa) y el resto de mortales, tarjeta azul. El significado de los colores podía entenderse después de ver la película "Tron", que proyectaron en honor del compañero muerto, junto a "23" (sobre el caso KGB) y "Pi" (sobre cibercultura).

En fin, que sólo una cosa delataba a los cientos de "freaks" que por allí pululaban: su amor por las máquinas. Portátiles en las conferencias, en la cafetería, en los sillones de descanso, negros o de plástico azul cibernético, teléfonos móbiles sonando constantemente, terminales de Internet en todas partes y siempre ocupadas, un circuito cerrado de televisión para seguir las conferencias, emisiones de radio en directo... El meollo de tanta tecnología era el "HackCenter", una gran sala, de dos pisos, donde quien quería podía conectar su ordenador a la red del congreso y "hackear", solo o en grupo,  o "chatear" en el servidor habilitado para ello o bajarse MP3’s de un archivo escogido o escuchar la Chaosradio o jugar al Quake II o todo al mismo tiempo -aunque la mayoría, claro, exclusivamente "hackeaban"-, durantes eternas horas.

Algunos no abandonaron el HackCenter en los tres días, fueran las seis de la mañana o las tres de la tarde, aunque cuando el lugar tenía más actividad era, lógicamente, por la noche. Ordenadores de todos los tipos y tamaños, rodeados de botellas de cerveza, agua, Fanta, Coca-Cola o café, que hace el mismo efecto, toneladas de comida basura, cajas de cd’s, espesos manuales, mantas, almohadas y muñequitos encima de los monitores, en forma de pingüinos o pequeños demonios de peluche. Cables en el suelo, en el techo, líos de cables por todas partes, hombres con la mirada fija en la pantalla, o en dos a la vez, con el portátil en el regazo, sentados, de pie y arrodillados ante la máquina, cayéndoseles la nariz encima del teclado, de puro cansancio, o trabajando afanosamente, completamente abducidos, para, a ratos, iluminárseles totalmente la cara por la satisfacción de algo que sólo ellos sabían y la boca abierta en una risa de "¡por fin!".

Pero lo mejor era la abierta solidaridad que se respiraba en el ambiente, donde sonaba una sempiterna música electrónica, "Kraftwerk" y "Prodigy": nadie llamaba "lamer" a nadie y sí en cambio se ayudaban mutuamente, sin tener que aparentar que unos son mejores que otros sinó hermanos, puras leyendas de los ’80 sentadas al lado de "script kiddies" recién salidos a escena. La mezcla, la madurez del "hacking". Un espíritu promovido y practicado también por el CCC, que en otra sala abrió al público sus extensos archivos, consultados ávidamente por algunos, con barra libre de fotocopias, por supuesto.
 
 


Cuatro links cazados al vuelo

http://www.mikro.org
http://www.infowar.co.uk
http://www.cl.cam.ac.uk/~mgk25
http://altern.org/crcf
 

Una invitación

Wizards of OS. 15-17 July 1999. Haus der Kulturen der Welt. Berlin. Info: vgrass@rz.hu-berlin.de
 

Pregunta y respuesta

-Realmente, ¿os creeis el lema "No hacks for money"?
-No, éste no es el problema... tenemos que comer... El problema es perder el control.
 

Una frasecilla

"Nothing is true. Everything is permitted"
 

Un libro cyberpunk, escrito por un buen amigo, conocido allí, a quien debo agradecer el responder siempre gentilmente las tropecientas mil veces que esta indocumentada mujer, que se va a un congreso en Berlín sin tener ni pajolera idea de alemán, le preguntaba: "What are they talking about?".

La máquina de cuotas. Norman Ohler. Ed. Debate. Barcelona, 1996. 298 páginas. 2.900 pelas.